A R T Í C U L O   

  Entrevista a Edith

Por Susana Alicia
Rosas, comunicóloga
por la UNAM
 


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E T C É T E R A - S e m a n a r i o   d e   p o l í t i c a   y   c u l t u r a

PECADOS  DE  UNA  ACTRIZ  AVENTURERA 

En la estancia donde espero a Edith González, arriba de la chimenea, está su rostro que pintó Raúl Anguiano. Enfrente, un Francisco Toledo la acompaña. Edith, la "Aventurera" que se presenta en el salón Los Angeles, baja sacudiendo su larga cabellera, aún húmeda. Y frente a mí se sienta una Edith "muy crítica, hasta conmigo misma. No siempre he sido igual, también han influido mis lecturas, lo que no me avergüenza, aunque tampoco me halaga. Claro que también tengo mis ratos de pasión y enojos, pero difícilmente llego a los extremos", asegura esta mujer con voz paciente y tranquila.

¿La ira te llega con frecuencia?

— No es tanto la frecuencia sino la intensidad. De entrada, deberíamos ver qué es "ira" en el diccionario. (Emocionada corre y se pierde tras una puerta próxima. Diccionario en mano regresa, se acomoda y lee.) "Sentimiento del alma que impulsa a cometer actos de violencia contra las personas o las cosas", pues no. "Apetito o deseo de venganza". Eso sí. "Furia o violencia de los elementos. / Repetición de actos de enconada crueldad o venganza", eso no. De todas las descripciones, la que yo completo es "apetito o deseo de venganza". ¡Uy, sí!, al planear no sabes a qué nivel planeo las venganzas.

¿Las llevas a cabo?

— No, ahí se acaba toda mi fantasía. Yo no llevo a cabo ningún acto violento ni verbal, incluso. Mi mente es la que planea toda una venganza. Si alguien me hizo daño puedo ver, después de mucho análisis, qué es lo que más le va a doler y cómo voy a llegar ahí. Pero como fue tal el plan maquiavélico que hice, ya cuando acabé, me terminé de vengar. Es una cuestión mental. Solita se limpia. Es fantástico.

¿Tu ira es "discreta"?

— Mi ira es muy discreta y personal. Mi enojo, no, éste es obvio y manifiesto. Entiendo que por mucho que esa persona me haya afectado, tiene aciertos en su vida. Es doloroso porque la ira se guarda contra uno, pero que una persona haya actuado mal contra mí no significa que sea mala.

¿Cómo se manifiesta en ti la avaricia?

— Toda mi vida he oído decir cuánto tuvo la familia de la que vengo: dinero, abolengo, apellidos, pero a nosotros no nos tocó nada de eso. Lo que provocó en mí es que toda la economía que tengo la he generado yo. Por un lado, me siento muy orgullosa de mí misma, pero por el otro me hace llegar a los extremos. Puedo gastar muchísimo dinero, pero de pronto me duele gastar cinco pesos en una rasuradora, entonces me robo la del hotel.

¿Ahorras más de lo que gastas o gastas más de lo que ganas?

— Cuando gasto, lo hago en grande. Si compro, lo hago rara vez y me compro muy bueno o no me compro. Puedo no gastar en tres meses, pero el cuarto compro mucho. Estoy leyendo Fin de siglo, en él, Alexander Solzhenitsin se refiere a la autolimitación, que es lo que tiene que regir a las futuras generaciones. Por ejemplo, ahora se me antoja comprarme un coche, pero no lo voy a hacer porque tengo uno que funciona. Entonces, la autolimitación es una autodisciplina. La autolimitación sale de la avaricia —tenemos que empezar a ser extremistas—, y sí, creo que hay que empezar a ser avariciosos en el uso de los recursos naturales, la energía y en nuestro uso y abuso del poder, como lo dice Solzhenitsin.

¿Qué es "eso" que tú quieres y por lo que estás trabajando?

— Estoy trabajando por entender. Siempre es más interesante lo que callamos, a lo que decimos. Lo que intento decir es que el órgano humano al que menos le confío es la lengua, por fácil, lambiscona, decorativa, y hasta sexy, pero la bronca es lo que uno hace. Lo que quiero entender, no acá (señala su cabeza), sino aquí (señala su corazón), es de qué se trata esta vida. Ser capaz de vivir con amor, cariño y sencillez. Esa es mi búsqueda. Es un proceso más interno, más allá del raciocinio. Tiene que ver con los años, la vivencia y con la sabiduría. No cualquier futbolista llega al Mundial. Yo quisiera llegar al Mundial de la vida.

Como actriz, ¿cuál sería tu gol?

— Ser buena, y buena significa disciplina, entrega y talento. La entrega tiene que ver con la inteligencia y el tesón, con estar en tiempo presente. La disciplina es tener la consistencia, no perder la constancia. He visto mucha gente que tiene grandes recursos, pero les resulta tan fácil, que lo olvidan y lo sueltan, entonces se pierden, y el "ya no" es terrible. El talento es lo que finalmente lleva a lograr ese nivel máximo; pero éste te abandona, a menos que seas Charles Chaplin, incluso él nunca se dejó ni abandonó. En México nos gusta que las cosas se den por chispazos, nos da pena decir que somos tesoneros, da pudor. Qué maravilla que alguien tenga la disposición de partirse el alma y llegar, si no es por recursos dóciles, por unos durísimos.

¿De ti decían que eras la matadita?

— Soy tesonera, pero nunca la matadita. Me encantaría serlo. Estudio pero también como rico, estoy con mi familia. Soy más armónica, no obsesiva. Puedo decir que soy una sobreviviente al haber hecho una carrera constante, y me siento profundamente halagada por ello. Soy la única actriz, junto con Angélica Vale, que he trabajado desde los cinco años sin descansar.

¿Cómo te llega a invadir la pereza?

— Nunca me ha llegado y espero que nunca me llegue, porque sería la flojera de vivir. Mejor me quedo con la ira, porque ésta es vital y en la pereza no hay nada. Es-la-nada.
Y ésa es deliciosa. Hoy me levanté con flojera. La vivo, dejo que exista. Si un domingo digo "no muevo un dedo", no lo muevo.

¿Ni en el control remoto de la televisión?

— Ah no, soy fan del control remoto. Lo traigo pegado al dedo. Para no hacer nada, si soy muy generosa conmigo, me prepararé un licuado de leche con plátano. Generalmente agarro de la despensa unas papas, un gatorade, una lata de elotes, una de ostiones y galletas.

¿Tu despensa está llena de productos light?

— No, porque no son buenos. Mejor comer las cosas completas. Yo acepto toda la grasa natural: aguacate, queso, carne asada, chocolates. Puedo comer muchísimas tortillas al día, pero lo que jamás podrás verme comer es una tortilla frita. Ni mantequilla porque se mete en los tejidos y provoca celulitis.

¿Prefieres el ejercicio?

— Prefiero quitarme la flojera de la mañana, y sí es un acto de autodisciplina terrible, me cuesta un gorro decidirme hacer ejercicio. "Voy, no voy. Voy, sí voy, sí voy". Y lo hago, aquí en mi casa, no me gustan los gimnasios. Tengo mi casete con Cindy Crawford, hago caminadora, una terapia para mi pierna y ballet.

¿Con qué frecuencia corres detrás del chico guapo?

— Nunca, soy bien orgullosa. Y cuando he roto mi regla de oro, me ha ido muy mal. Me ha pasado dos veces. Hay un refrán que dice: "Date a deseo y olerás a poleo", y es cierto, cuando uno se da a desear, los galanes están. Dejo que ellos vengan a mí, y vieras que caen, como moscas. Es ley de vida.

¿Te vistes de mujer fatal para atraer a alguien?

— Para alguien, no; para toda una audiencia, sí. Cuando comencé a interpretar Aventurera veía a los hombres y me decía a mí misma: "Soy lo más bonito que han visto volar en vida. Hombres imberbes". Ahora ya no lo pienso tanto así, es un proceso interno como haber aprendido a meter las velocidades de un carro, y camino como perdonándoles la vida a todos, y me adoran. Fuera del escenario, que flojera practicarlo, porque cada quien es como es. Para eso está el teatro, para poder jugar estas cosas. Intento ser feliz conmigo misma y asumo que así soy. No dudo que de repente llegue a actuar como mujer fatal, pero no me lo propongo, nace en el momento… La primera receta es mirar a un hombre, sonreírle, bajar la mirada y voltear.

¿En el amor has llegado a amar hasta la lujuria?

(Divertida y traviesa toma el diccionario.) — ¿Qué es la lujuria? "Abuso o apetito desordenado de los deleites carnales. / Exceso o abundancia en algunas cosas". No. ¿Qué será? ¡Qué horrible, me estoy volviendo muy aburrida en mi vida! Eso ya me está preocupando. Nunca he sido irrefrenable. Mis ataques más lujuriosos han sido con chocolates. He llegado a comer en un día hasta un kilo de chocolate con un litro de leche, y hasta medio kilo de queso. No en plan de gula, sino de lujuria gastronómica.

¿Qué tanto idolatras tu cuerpo?

— Dijiste bien, lo idolatro, y así como lo idolatro, lo odio. Voy de un extremo a otro, porque si mi cuerpo no está exactamente como quiero, me puedo deprimir profundamente. En este sentido, me considero bastante superficial. Quiero mi cuerpo delgado pero bien trabajado con clases de ballet, que sea fuerte, bonito, estético. Es muy importante para mí que siempre esté delgado, y a Dios gracias que para ello no tengo que hacer grandes esfuerzos, pero si de pronto empiezo a subir, me deprimo. Generalmente mi cintura mide 59 centímetros, si llega a 62 empiezan las depresiones.

¿Te enorgullece ser "la rubia que todos quieren"?

— De entrada, no soy la rubia que todos quieren. Me he echado muchas discusiones al respecto. Tenemos un punto de vista eurocentrista de lo que es la belleza: cuerpos delgados —hasta ahí entra mi obsesión, difícilmente podría andar con alguien obeso, no sé si influye que mi papá era muy flaco, lo que resulta ser un gusto estético muy personal—. Pero en cuanto al color de la piel, de los ojos, rasgos finos, vivimos muy acomplejados. Nuestro gusto estético está muy influenciado.

¿Deveras la envidia es muy grande en el ambiente artístico?

— Sí, y por supuesto que hasta yo misma he sentido envidia.

¿A qué te lleva la envidia, a superar a la persona que envidias o a afilar las uñas contra ella?

— Estas envidias me han llevado a replantearme lo que busco en mi carrera y de mi persona, que es lo más importante. Generalmente, lo que uno busca de su carrera es el resultado de lo que busca de la persona, entonces las cosas se limpian y curan. Y, por supuesto, después de la envidia regresan las ganas de querer hacer mejor las cosas. Soy una mujer sumamente competitiva, me gusta estar ahí y dar la lucha. La envidia es como mi motor.


Etcétera (Julio de 1998)



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